Abelardo y Eloísa: una historia digna de la literatura medieval

En la Île de la Cité, concretamente en la Quai aux Fleurs, encontramos unas puertas preciosas decoradas con las testas de un hombre y una mujer. Se trata de nuestros protagonistas: los llamados Romeo y Julieta parisinos, pues no es para menos. Ya lo veréis.

Una placa nos recuerda que el edificio fue construido en 1849 y que alberga la antigua vivienda de Abélard y Heloïse en el año 1118. Aunque debemos recordar que no se sabe si existieron estos personajes ni si su historia es real.

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Muchos de vosotros ya conoceréis la historia, pero para aquellos que no la conocen, os cuento buenamente lo que recuerdo.


En plena Edad Media París alberga entre sus calles a una pareja de enamorados furtivos que, una vez se descubre su historia, pasarán a ser unos enamorados llenos de desdicha.

¿Cómo llegaron a conocerse Abélard y Héloïse?

Abélard era de Bretaña y pertenecía a la baja nobleza.
Su vocación era la enseñanza y, al igual que a día de hoy, los sueños tienen un precio. El precio de Abélard fue tener que renunciar a las tierras que le correspondían y a su herencia para poder ser profesor.
En resumidas cuentas, tenemos un noble que no es militar, sino profesor, y por lo visto es un guaperillas culto y embaucador. Resultado: lo que de toda la vida en España se llamó un donjuán.
Así que nuestro truhán particular, viendo el plan de vida que llevaba, decide ir a trabajar a París para ganarse el pan.

En París vivía Héloïse, una joven unos 20 años menor que su futuro hombre. Esta mujer medieval destaca por su gran formación y educación, pues sabía leer y escribir además de ser políglota en francés, latín, hebreo y griego. Todo un genio de mujer que una vez que queda huérfana, su tío Fulbert le facilita toda esa cultura y educación. ¡Muy bien por tío Fulbert!

Por fin llega un día en que, bajo cielo parisino, se conocen nuestros dos cultos protagonistas. Y la casualidad, que es muy juguetona ella, quiere que Abélard vea en Héloïse su próximo amorío.

Él que es muy listo se pone en contacto con el tío Fulbert y acuerdan dar clases a Héloïse, recordemos que él era profesor.

En esas clases hubo química, alquimia, anatomía y la literatura más rosa, pues la chispa saltó entre ambos hasta finalmente caer enamorados el uno del otro.

Pero… Ya tardaba el «pero» en aparecer… Para aquellos que no lo sepáis, en la Edad Media los profesores tenían que guardar el celibato, sin embargo a nuestro donjuán le daba un poco lo mismo. Aunque a la hora de la verdad quedaban manchadas tanto su reputación profesional como la reputación de Héloïse.

En una de esas, Héloïse queda embarazada y huyen a Bretaña hasta que ella da a luz. Se cree que el bebé nació muerto y, a la vuelta, el tío Fulbert está muy enfadado con esta huida. Pues él no sabía nada de los amoríos de su sobrina o prefería no saberlo. Para solucionar la situación, decide proponer el matrimonio. ¡Ole por el tío Fulbert que lo arregla todo!

Peeero… Ya esta otra vez el «pero»… No olvidemos que Abélard es profesor y no puede casarse. Si lo hace, su carrera profesional se vería gravemente perjudicada.

Por otra parte, Héloïse tampoco quiere que Abélard estropeé su trabajo, así que de primeras no acepta la propuesta de matrimonio de su tío Fulbert.

Finalmente, como hablando se entiende la gente, acuerdan casarse con la condición de que todo ello sea un secreto.

Tenemos una solución para la reputación de Abélard. ¿Y Héloïse?

Llegados a este punto, aquí ya no tan bien por el tío Fulbert (y si eso os dejo juzgar a vosotros mismos). Tío Fulbert decide contar el secreto por todo París cada vez que se le presenta la ocasión y comienza a portarse mal con Héloïse.

La convivencia se vuelve insoportable con tío Fulbert y Abélard envía a Héloïse a una abadía para protegerla. Tío Fulbert toma esta acción como un ultraje de Abélard, puesto que a sus ojos estaba alejando a su sobrina para desentenderse de ella y hacerle quedar a él como un mentiroso por lo del matrimonio.

A estas alturas a tío Fulbert se le va la olla y decide vengarse de Abélard. Para ello contrata a unos sicarios que se cuelan en su casa y, con una daga, le cortan las partes pudendas. (Sí, los cojones a navaja).

Tal acto sume a nuestro protagonista recién castrado en una depresión de la que nunca se llega a recuperar.

Para no seguir corriendo riesgos, nuestros enamorados deciden tomar los votos y amar a Dios.

Sólo volvieron a verse una vez más en sus vidas, pero ello no quita que continuaran amándose en secreto a través de su correspondencia.

Abélard muere unos 20 años antes que Héloïse y ésta, a su muerte, pide ser enterrada junto a él. Cuenta la leyenda que, al enterrar el cuerpo de Héloïse, el cuerpo de Abélard extendió sus brazos para acogerla en un cálido abrazo.


 

¿Qué os ha parecido la leyenda?
¿Conocéis otra versión? ¿Nos la contáis?

 

P.D.: Esta entrada es para mi tía Arancha por su cumpleaños.
Ya sé que preferirías algo sobre los templarios, pero como ya te dije más de una vez, en París queda muy poquito sobre la Orden del Temple y además yo no tengo foto de ello. Espero que una leyenda medieval supla por esta vez la falta de un templario.

¡MUCHAS FELICIDADES!

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