Hay quien, a la hora de visitar una ciudad, le gusta captar con su cámara todo aquello que le sorprende. Desde las fotos más clásicas a las más elaboradas, en el mundo de las redes encontramos toda una serie de ideas para jugar con las perspectivas y no tener nuestros recuerdos en los encuadres de siempre.
Este sería el encuadre tradicional del edificio que os quiero mostrar
Ejemplo de ello es la fotografía de la publicación de hoy. En el 18e arrondissement parisino, tenemos un edificio en Montmartre, que hace las delicias de los fotógrafos intrépidos. Algunos lo llaman la Sinking House o Casa Inclinada, la cual no hay que confundir con la Maison Fond. Así que la Torre de Pisa no tiene la patente de edificios inclinados en Europa.
Aquí ya tendríamos el edificio un poco inclinado
Para que parezca que el edificio resurge de la tierra, se juega con la perspectiva del suelo en pendiente. La verdad que es un edificio que pasa un poco desapercibido con la monumentalidad de la Basílica del Sagrado Corazón justo al lado, pero ello no quita que, quien se fije en él, lo pueda disfrutar en medio del barrio de Montmartre.
Sacré Coeur de París
Las ilusiones ópticas son todo un mundo por descubrir. Además, yo tuve la gran suerte de tener la naturaleza de mi lado y de hacer, de esta foto tan típica, una captura única, pues las palomas se hicieron mis amigas y se pusieron de mi parte.
Mi captura única, con las palomas libres
Espero que os guste tanto como a mí.
¿Vosotros también tenéis fotos jugando con la perspectiva? ¿Me contáis dónde las hicisteis?
Un poco de espectáculo para estos días de lluvia. Moulin Rouge de Paris.
Varios me habéis preguntado por las fotos de mis redes sociales y por las publicaciones del blog.
Quiero dejar claro que las fotos que publico las hice YO con MI móvil cuando me daba el lujo de ir de paseo por París #flanner
Algunas las subo tal cual y las que modifico un poco, es únicamente con los filtros del propio Instagram.
Respecto a lo que escribo en el blog, es según lo que he vivido y lo que he aprendido de ese lugar gracias a los montones de folletos que me llevé de los museos, a los tours turísticos que hice o a los libros y series que vi y que me compré para comprender mejor la vida parisina y sus secretos #lavieparisienne
Y sí, solo hay una persona detrás de Tablaturas de mis pasos: Sonia.
Hoy me apetecía hacer una entrada especial en el blog. Es mi cumpleaños y, por ello, quiero autorregalarme una entrada con 25 cosas que me hacen feliz cuando voy a París.
El tiempo vuela y en nada ya tendré que volver a mi Tierrina, pero además de volver con un año más, también voy a volver con todo un bagaje de experiencias vividas en tierra gala que ya muchos quisieran.
He intentado vivir cada momento de este año en el extranjero con la mejor de las sonrisas.
También creo haber sacado el mejor provecho de cada momento de bajona (que gracias a dios han sido muy pocos)
Y todos los días estoy intentando empaparme al máximo de todas las historias posibles relacionadas con los lugares que visito en mis escapadas a París, que es de lo que más me gusta de mi estancia en Francia.
Antes de venir a la Galia hice una lista con las cosas que me gustaría hacer o visitar y, afortunadamente, ya he ido cumpliendo muchas de ellas.
Por todo ello quiero escribir esta entrada, porque estoy siendo feliz realizando mi sueño de vivir y trabajar en Francia y porque quiero compartir con vosotros los lugares y las pequeñas tonterías que me han dado un agradable momento de felicidad.
¡Ahí va mi lista! Espero que os guste, siempre podéis añadir algo más en los comentarios. No dudéis en escribirme.
1- Subir las escaleras de Montmartre y picar algo arriba mientras París hace vida.
Sacré Coeur
2- Perderme por las calles de París e ir conociendo nuevos lugares fascinantes.
La Défense
3- Conocer los más viejos de París: el árbol más viejo de París, plantado en 1602 al lado de la iglesia de Saint Julien le Pauvre; y la casa más vieja de París, edificada en 1402 sigue en pie en el 51 de la rue Montmorency.
4- Ver la tele, una serie o escuchar la radio en francés. La tele la verdad que no la veo nada, en todo este año vi Eurovisión y ya. Muy tristes los comentaristas gabachos… Pero series ya he visto la de Métronome(la cual os recomiendo fehacientemente), L’amour à 200 mètres(lo pasé pipa), Ever after high (sé que es infantil pero lo flipé) y Reign(sobre la reina María de Escocia, enganche total). Todas en francés y subtituladas en francés, para ir haciendo oído. Y respecto a la radio, somos fans de La radio sans pub.
5- Ir al mercado. Los viernes toca el de Arpajon y los domingos el marché de Bastille en París, en el boulevard Richard Lenoir. Hay mucha comida típica, fresca y muchos puestos de recuerdos y souvenirs a muy buen precio. Además el ambiente es muy animado.
Mercado de Arpajon en Navidad
6- Hacer trasbordo en el metro parisino una y otra vez como si nada. Ahora que ya lo veo con un poco más de perspectiva, si hago esto es, o porque la línea esta fatal comunicada con mi destino, o porque me he perdido… Afortunadamente, en todo el año que llevo aquí sólo me he perdido una vez y me confundí otra. Dos en total. Al final resulta muy fácil y cómodo lo del metro.
7- Tener largas conversaciones con franceses. Al principio acababa con la cabeza como un bombo si escuchaba a los demás hablar más de la cuenta en francés, pero ahora ya estoy acostumbrada y la verdad que no hay problema. Bueno, siempre que el tema a tratar no sea una chapa.
8- Comprar un libro en una librería francesa tipo Gibert Jeune, Shakespeare & Company, una tienda de segunda mano o uno de los puestos que hay a la orilla del Sena (les bouquinistes).
9- Salir por la noche parisina.
10- Ir a uno y otro museo todo lo que se pueda y más, hasta que se acaben.
11- Comprar una baguette (decepción total) y comer un croissant (todavía no he dado con uno que esté malo!!!)
12- Recorrer el Grand Axe (me metí en una tarde La Défense, L’Arc du Triomphe, Concorde y Saint Michel), en ello entran les Champs Elysées.
13- Subir a la gran noria de París (La Grande Roue).
14- Morrear en el Muro de los Te quiero, y en lo alto de la Tour Eiffel, y en el Sacré Coeur…
Mur des Je t’aime
15- Subir a la Torre Eiffel, al Arco del Triunfo, a las Torres de Notre Dame y de Montmartre y ver las grandes panorámicas de París.
Vistas desde la Tour Eiffel
16- Leer libros en francés. Obviamente ya cumplí con El principito de Saint Exupéry y con Nuestra Señora de París de Victor Hugo, de la cual leí un buen pedazo en Notre Dame (¡¡como tiene que ser!!).
17- Relajarme a los pies de Notre Dame y ver la cantidad de turistas que no paran de un lado para otro.
18- Descubrir un lugar mágico, como el Canal de Saint Martin, y ver otra de las muchas caras de París, no la de los turistas, sino otra más tranquila.
19- Poner un candado del amor en uno de los puentes del Sena, si hay que ser turista se es de verdad de la buena.
20- Montar en uno de los barcos que recorren el Sena a lo guiri total y ver lo más famoso de París desde una perspectiva diferente.
21- Saludar desde la orilla a los barcos con turistas (y recibir el saludo, claro).
22- Espatarrarme en cualquier jardín de París y disfrutar del ambiente (Jardins de Luxembourg, Jardin des Tuileries, Champs de Mars, Parc de Buttes Chaumont, Parc Monceau, Parc de Sceaux, Domaine de Chamarande y un largo etcétera).
23- Asistir a un concierto improvisado en las calles de París (o de mi gato-compi-de-piso).
24- Comer un crepe, una quiche, una fondue, un coulant, una blanquette, un croissant, una galette, macarrons o lo que sea típico francés.
25- Compartir toda esta experiencia con un ser querido.
26. Y finalmente añado una 26 porque son los años que cumplo: SER FELIZ VIVIENDO EL PRESENTE.
Espero que os haya gustado. Ya sé que hay mil cosas más por hacer, así que ahora es el turno de que vosotros las compartáis. Os espero en los comentarios.
Sin darnos cuenta ya se nos fue el mes de septiembre.
Espero que octubre venga repleto de tan buena comida como la de septiembre.
Os dejo las fotos de los platos estrella del mes más bonito del año, mes en que acaba el verano y da comienzo el otoño: SEPTIEMBRE.
Crepes de La drogueríe, en la rue des Rosiers, París.
Escaparate de una patisserie parisina, pastelería, repleta de macarons
Los viernes por la mañana el mercado de Arpajon llena de vida la plaza central del pueblo con sus diferentes puestos de comestibles.
Puré de zanahoria y patata.
Interior de fajita
Pescado en salsa
Espinacas con bacon y queso
Cenamos una fondue extraordinaria en el restaurante Le vieux bistrot , en Mouffetard, París. El trato exquisito, al igual que la sangría y el super postre.
Y un poco de humor con nuestra casita de los pájaros, la maison des oiseaux. Les damos montañas de galletas a los pajaritos, hasta tal punto que pueden dormir en su propia comida. Vamos a crear pájaros diabéticos. Ja, ja, ja. Pero ellos hasta rebañan y todo =)
Nuestro tercer día en París lo destinamos a cumplir con el objetivo de nuestro viaje: firmar nuestro próximo contrato laboral.
MIÉRCOLES
A pesar de haber estado unas 9 horas en Versalles no vimos nada. Solamente el gran palacio de la monarquía francesa ligado al Rey Sol, Luis XIV. Pero lo vimos de lejos, que el calor que había era inhumano y 8 horas de reunión laboral en francés agotan a cualquiera.
Tanto para ir como para volver a Versailles desde París tomamos la línea C del RER. Estos trenes tienen dos alturas y desde el piso de arriba fuimos contemplando el paisaje mientras el viento soplaba.
Después de sobrevivir al peor día de la ola de calor, la noche parisina nos esperaba. El viaje nos coincidió con la Fête de la Musique. Es un festival de música nacional en el cual, durante la noche, la ciudad rebosa de todo tipo de artistas realizando actuaciones improvisadas en directo. Esta fiesta musical es celebrada el 21 de junio todos los años y, esta vez, nosotras nos pudimos recostar en las escaleras del Sena, debajo de Notre Dame, y escuchamos animar la noche a Nicolas Baudet con la colaboración de Clémence. Por ahí por el vídeo salimos nosotras, ja, ja, ja. Fue una noche parisina total.
JUEVES
Mientras las infelices de nosotras buscábamos una copistería para hacer copia de los papeles para alquilar nuestro «futuro piso», recorrimos el barrio de Saint Michel. Y digo infelices de nosotras porque por la tarde descubrimos que fue un timo, el «propietario» nos dio plantón y suplantó nuestra identidad llevándose nuestro dinero en una oficina de correos. Algún día explicaré este capítulo del viaje para que nadie sea tan ingenuo como nosotras, pero por ahora no tengo ánimos.
Felices recorrimos las calles de Saint Michel y me hice con el librito que todo turista parisino que se precie ha de tener: Paris par arrondissement.
Pasamos al lado de lugares tan emblemáticos como el Panteón o la Universidad de la Sorbona, y nos fuimos a Arpajon en la línea C del RER para resolver (o más bien no resolver) el tema de nuestro futuro alojamiento.
ARPAJON
El pueblo me pareció muy guapo y tranquilo. Pero en estos momentos siento una relación amor-odio hacia él. Al descubrir que fuimos timadas nada más llegar, nos lo recorrimos de arriba a abajo buscando una solución. Mira que es pequeño, unos 10.000 habitantes, pero madre mía la cantidad de pasos que hicimos bajo aquel calor sofocante.
Para guarecernos un poco del sol y templar la frustración, la rabia, el enfado y el disgusto, estuvimos en la iglesia de San Clemente y en la plaza del mercado.
Los comerciantes se reúnen para mercar con sus bártulos y comestibles bajo esta estructura tan característica. Los lugareños se sienten orgullosos de ella ya que forma parte de la identidad de los arpajinos, arpajoneses… La verdad que no sé decir en español su gentilicio…
Este poblado, en un comienzo, venía a ser un castro que se llamaba Châtres sous Montlhéry. Este territorio es adquirido por Louis II de Séverac, quien lo transforma en un marquesado al que llama Arpajon.
Para asentar el nombre entre las gentes se dedicaba a recorrer las calles y a preguntar a los lugareños cómo se llamaba el lugar. Quienes respondían Châtres recibían un bastonazo. Quienes acertaban contestando Arpajon eran premiados con una moneda. Un método más que efectivo el de Louis II de Séverac.
Una vez que ya no tuvimos nada más que intentar arreglar en Arpajon, retiramos a Montmartre a ahogar nuestras penas. Si tenéis que llevar recuerdos de París, os recomiendo comprarlos aquí, es el lugar donde más baratos están los souvenirs.
Como ya os conté en el día 1, tomamos el funicular con el billete antipolución y allí arriba, a los pies de un imponente Sacré-Coeur, vimos París cambiando sus colores por los de la noche.
Un ambiente alegre, juvenil, distendido e intercultural nos rodeaba en esa puesta de sol. Noches como ésta hacen olvidar las penas en París.
VIERNES
Toca volver a casa. Nuestro trayecto fue aeropuerto de Orly, Lisboa, Oviedo. Volamos con la compañía portuguesa TAP (excelente) y me he quedado con unas ganas locas de aprender portugués. Bom día. Obrigada. Lo único que sabía decir y lo usé =)
No quiero cerrar este viaje sin contaros un par de cosas que me llamaron la atención.
Numerosos portales no tienen llave. Se abren con un código de entrada, el digicode, que por lo visto es modificado periódicamente.
Por el Sena vi circular motos acuáticas a toda velocidad.
En los restaurantes y cafeterías si no quieres que te cobren el agua, tienes que pedir une carafe d’eau (una jarra de agua) y te traen agua del grifo.
En supermercados, centros comerciales, museos, estaciones… los de seguridad vigilaban lo que llevabas en el bolso y antes de entrar en los sitios te pedían que abrieras los bultos que llevabas. También mucha policía y metralleta, es lo que tiene estar en un nivel tan alto de alerta terrorista. Este plan de seguridad nacional se llama Vigipirate, con el cual se dan mayores medidas de seguridad en diversos lugares públicos.
Las bicicletas que transportan turistas son torbellinos. Vimos una en la Plaza de la Concordia que madre mía de mi vida. ¡Pasaba por encima de los coches! Porque claro, la bicicleta pasaba, pero el carrito de detrás con los turistas iba arramplando con todo…
Mucha ciudad de la moda pero había cada ser con unas pintas más innobles… Eso sí, me encantó que es una ciudad cero prejuicios y nadie miraba para nadie. Excepto yo, que iba mirándolo todo en aquel maremágnum.
Me chocó mucho que no hubiera casi perros. Los mendigos sí que los tenían haciendo compañía. Pero a lo largo de la semana no vi casi ninguno. No sé si fue debido a la ola de calor y que por ello no los sacaban, o igual es que en París no se lleva tener mascota.
Fue un viaje fuera de lo común y para repetir pero sin calor, ni gestiones, ni engaños. Sólo dedicarnos a París y París a nosotras.