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27 imprescindibles de Cuenca

Hoy me apetecía hacer una entrada especial en el blog. Es mi cumpleaños y, por ello, quiero autorregalarme una publicación con 27 cosas que han alegrado mi camino en Cuenca.

Este mismo autorregalo ya lo había hecho cuando viví en París, así que os lo dejo por aquí por si queréis echar un vistazo a mis 26 añitos: 25 imprescindibles en París.

El tiempo vuela y en nada ya pasó un año desde que aparecí por tierras castellano-manchegas, pues llegué una madrugada del 27 de mayo de 2019… Y no tuve muy buena entrada en la ciudad… Tras siete horas y media de viaje acabamos en una calle tan estrecha que ni pa alante ni pa atrás… Sin embargo, he de decir que no fui la única con entrada grande en la ciudad. Fermín, el de La que se avecina, se coronó también. (Os dejo el documento gráfico con las fotos de una fachada rallada por los coches más pancarta)

Pues nada, además de cumplir un año más, también estoy acumulando un buen repertorio de experiencias y de personas que he tenido el placer de conocer en estas latitudes.

Espero que os guste mi propuesta de imprescindibles en Cuenca, sé que me quedan muchos más, pero empecemos poco a poco.

1- Los Callejones de Las Majadas

Fue el lugar donde hice las paces con Cuenca, así que se merece este primer puesto. Os recomiendo haceros la ruta, tanto el recorrido corto como el largo, porque de verdad que no tiene desperdicio esta maravilla de la naturaleza. Nunca había visto cosa igual.

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2- Camino de la Ermita de San Julián el Tranquilo

Es una ruta muy bonita que te permite ver la ciudad de Cuenca a su misma altura y desde el otro lado de la Hoz del Júcar. La panorámica de todas sus casitas salpicadas por la cresta del cerrete, sumado a la inmensidad del cielo crean un paisaje peculiar y bonito. Te recomiendo empezar donde el Recreo Peral porque, a pesar de ser todo cuesta arriba, creo que es mucho mejor no tener que subir las escaleras que hay al final (tipo Cirith Ungol en El Señor de los Anillos) y sólo tener que bajarlas, que no es poco.

3- Priego

Qué decir de este lugar… En su Plaza de los Condes terminé de forjar una muy buena amistad con una de las personas más maravillosas que conocí por estos lares. Y cervecita con ángulo estratégico del brazo, patatas y sombrilla, con el añadido de las vistas del Palacio de los Condes de Priego, hizo de las delicias del verano 2019.

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4- Embalse de la Toba

Después de vivir a veinte minutos del mar, uno echa en falta grandes extensiones de agua que apacigüen un poco estar tan lejos de algún océano. Así que para quitarnos el gusanillo, fuimos a este embalse a disfrutar del agua que tanta falta hace y, aprovechando el calor, nos dimos el primer baño en Cuenca. Lo pasamos pipa chapoteando en estos paisajes tan bonitos de la zona de la Serranía, además, alimentado por el Río Júcar.

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5- Embalse de Alarcón

Seguimos con los embalses, pero esta vez más al sur, en la zona del curso alto del Río Júcar. En este no caté el agua, pero sí una sombra muy maja de un chaparro que nos dio cobijo del sol. Costillas con patatas y una buena siesta hicieron las delicias de una tarde perfecta. Por la noche, el cielo nos regaló una cúpula de estrellas preciosa. Se nota que allí no hay contaminación lumínica.

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6- Ermita de Santa Quiteria

En Olmeda de la Cuesta encontramos esta ermita tan bonita. En su entorno hay un merendero muy bien habilitado para ponerse las botas con los buenos alimentos que a uno le apetezca llevar. Y las vistas son alucinantes. El paisaje que se ve desde el alto en el que está son una pasada. ¡Te haces a la idea de lo que es una ortofoto por completo! Es que me parece una panorámica super representativa de lo que son las tierras de labor de Castilla La-Mancha.

7- Monasterio de Uclés

Bien de Interés Cultural (BIC) construido bajo la regla de la Orden de Santiago, este monasterio es llamado «El Escorial de La Mancha». Decidí acercarme hasta allí un día que tenía mucho mono cultural y que no paraba de llover. Lo tienen super bien montado, así que resultó una visita genial para un día que se presentaba aburridillo.

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8- Torcas de Palancares

A escasos kilómetros de Cuenca se encuentra un paisaje lunar digno de película de ciencia ficción. Las torcas son «agujeros» en la tierra que se crean al disolverse la piedra caliza, dando lugar a estas cavidades impresionantes en el paisaje conquense.

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Torca del Lobo

9- Lagunas de Cañada del Hoyo

También son torcas, pero se les llama «torcas llenas». Lo que sucede es que, al erosionar el agua la piedra caliza, si al crearse el hoyo la base se encuentra por debajo del nivel freático, la torca estará llena de agua y dará como resultado estas famosas lagunas. Si la torca está vacía, ejemplo de ello serán las célebres Torcas de Palancares que vimos en el punto anterior.

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Laguna del Tejo

10- Rincón de la Primavera

Este nombre tan bonito corresponde a un paraje y a una cascada de Las Majadas. Después de lo que nos costó llegar hasta allí, fue una auténtica maravilla disfrutar en las alturas del agua cayendo de una manera tan majestuosa.

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11- Lagunar de Arcas

Acabé allí de la forma más tonta. Lavé el coche y para secarlo salí a la carretera general. Bien, pues acabé por el camino de tierra del lagunar sin haberlo secado del todo. Os podéis hacer a la idea de cómo terminó el coche recién lavado… Eso sí, vi una puesta de sol preciosa.

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12- Nacimiento del Río Cuervo

El día que más frío hacía de todo el invierno, ese fue el que elegí para ver este lugar tan clásico para quien visita Cuenca. El recorrido está muy bien adaptado para todo tipo de excursionistas y, la verdad, que una pasada ver el agua congelada en forma de cascada. La Kira y yo nos dimos un buen paseo por el entorno y hay que reconocer que es una zona preciosa. Con razón tiene ganada su fama.

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13- Ventano del Diablo

Parada indispensable si coges la carretera de la Sierra. Las vistas son una pasada, porque a un lado tienes la inmensidad de Villalba y, al otro, contrasta con la angostura del Barranco del Júcar. Resulta un lugar muy curioso con su cueva-mirador.

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14- Piscina natural de Cañamares

A falta de playas, en esta provincia se aprovechan todos los cursos de agua naturales para hacer playas o piscinas, es decir, para sacar partido a las zonas de baño que se encuentran en sus ríos. Ejemplo de ello es esta piscina del Río Escabas, donde nos dimos el verano pasado unos chapuzones bien merecidos.

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15- La Sanfran y el Barrio del Castillo

La calle San Francisco de Cuenca capital es una de las más célebres para tapear. Variedad de bares y ambientillo, tan necesario e indispensable en cualquier ciudad española que se precie. Por otro lado, si queréis trasladaros a otros tiempos más medievales y seguir disfrutando del buen comer, la zona del Barrio del Castillo también es propicia para nutrir el cuerpo serrano a base de tapeo.

Si hablamos de lo que hay que degustar en Cuenca, morteruelo, ajo arriero, resolí, alajú, zarajo… Hacen las delicias de cualquier paladar. Aunque yo, si tuviera que quedarme con uno, apuesto por el morteruelo de La Ponderosa en la Sanfran y por el del Restaurante los Callejones en Las Majadas. ¡Qué rico, madre mía!

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Ración de morteruelo en Las Majadas

16- Puente de San Pablo

El Río Huécar es el accidente geográfico causante de una construcción tan impresionante. Si bien es cierto que por el día se ve inmenso, por la noche, iluminado en amarillos y naranjas, cobra una energía digna del mejor cuento de brujas. A mí que me encantan las alturas, me chiflan las vistas desde este puente, y me lo paso aún mejor si voy con alguien a quien le da miedo estar suspendido en el aire. Muajajajaja.

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17- Cerro del Socorro

Desde este cerro coronado por el Sagrado Corazón de Jesús, se tiene una de las mejores panorámicas de la ciudad de Cuenca. Tuve la suerte de sobrevivir a su subida a pie en pleno verano (al borde del infartito quedé con la cuestita) y también fui a él en coche. He de decir que, si estás en forma, tardas menos yendo a pie que en coche.

18- Barrio de San Martín

Desde el primer paseo que di por Cuenca me llamaron muchísimo la atención estas construcciones. De hecho, me he quedado con las ganas de dibujarlo, porque la imagen la tengo en la cabeza, a ver si me animo. Sus característicos edificios son llamados «rascacielos», pues por una calle alcanzan unas cinco o seis alturas, sin embargo, por la cara que a mí me encanta, llegan a los ocho o nueve pisos. Son la excepción a la norma, pues se construyen de arriba a abajo. Como lo oís. La ciudad, a la hora de crecer, aprovechaba todas las posibilidades que le ofrecía su orografía, y construir por la escarpada pared hacia abajo no resultó del todo descabellado.

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19- Calle de los Tintes

Vestigio del esplendor textil en Cuenca gracias a la industria de la lana, esta calle es donde teñían la materia prima obtenida de las ovejas. Dar un paseo por ella al final del día es super relajante. Está llena de gatitos que te miran desde el otro lado del Río Huécar y los patitos son todo un espectáculo río arriba y río abajo.

20- Los miradores de la Hoz del Júcar

Subía en verano a estudiar a alguno de ellos hasta que el calor ya empezaba a apretar. Mientras, a veces me distraía con las historias conquenses que contaban los guías que pasaban delante de mí con los grupos de turistas. Allí arriba intentaba sentirme parte de la ciudad ocupando sus rincones, con esas vistas tan características de Cuenca y su hoz. Además, inquietantes, los Ojos de la Mora siempre estaban ahí.

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21- Paseo por la Hoz del Júcar

Habíamos comentado unos puntos antes el paseo hasta la Ermita de San Julián. Así que si nos vamos a la parte de abajo de esta ruta, podremos recorrer la Hoz del Júcar a orillas del río. El paseo habilitado está super bien y yo tengo llegado hasta algo más allá de la Presa de las Grajas, pero me consta que va hasta Valdecabras mínimo.

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22- Calle Alfonso VIII

Es una de las calles más coloridas y a partir de la que se articula todo el casco antiguo. Los azules, amarillos y rojos van adornado la vista mientras a ti se te sale el hígado por la boca, porque también es una calle muy representativa de lo que es Cuenca, una gigante cuesta en sí misma. Estoy segura de que los conquenses han tenido que desarrollar unos gemelos megalodónticos para poder sobrevivir a las cuestas del casco antiguo.

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23- Catedral

Primera catedral gótica de Castilla en comenzar a construirse, tiene por nombre Catedral de Santa María y de San Julián. La historia de su fachada es digna de telenovela con todos los altibajos que padece la pobre. Los conciertos de órgano son geniales y de las visitas nocturnas ya no os digo nada. La crème de la crème. Cuando vayáis, aunque sea verano, os recomiendo una rebequita, que está muy fresco en ella.

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24- Plaza de Torremangana

Me gusta mucho asomarme al mirador que supone esta plaza y dejar que el viento me dé en la cara mientras veo las vistas de la ciudad y de la Hoz del Júcar. Cuando un rosal que hay en ella está en flor, queda una foto de super postureo.

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25- Museos de Cuenca

Cuenca se ubica en el podium en cuanto a museos, ya que es la ciudad española con más museos por habitante. Yo creo que no me falta ninguno por pisar y la verdad que son todos extraordinarios. Se nota que es una ciudad que vive completamente orientada al turismo y, sinceramente, para lo pequeña que es, la oferta museística es muy buena y de mucha calidad. Los recomiendo todos sin excepción, porque cada uno tiene su encanto y en todos uno aprende y se cultiva.

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Una de las ventanas de la Casa Zavala o Fundación Antonio Saura

26- Casas Colgadas

La colección más importante de España en cuanto a arte abstracto se encuentra en estas famosas construcciones. Colgadas, que no colgantes (no os ganéis de forma gratuita la furia de algún conquense), son tan importantes porque suponen de los pocos restos de arquitectura civil edieval conservados hoy en día. Además, también las caracterizan sus balcones, pues el resto de casas no presentan estas balconadas.

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27- Bocadillo del El Gamberro

Uno de los placeres de la vida que tiene que probar todo ser viviente que pase por Cuenca. Del tamaño de un jabalí, sus bocadillos son un manjar maravilloso y sus pizzas no se quedan atrás. El roiboos mojito, su infusión estrella.

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28- El último punto son los 28 años que cumplo y los dejo para todo lo que me queda por hacer aquí. Las Pozas de Palomera, la Ruta de las Caras de Buendía, Belmonte y su castillo, Alarcón, la Ruta de la Lana, la Ruta del Mimbre, el Acueducto de Cuenca ciudad, Valeria, Segóbriga, Noheda y su mosaico, seguir paseando por Sotos… Y, sobre todo, seguir manteniendo las buenas amistades que hice aquí.

El Canal Saint Martin

El Canal Saint Martin o 4 kilómetros y medio de felicidad. Eso es lo que es para mí este lugar no tan conocido de París.

Este canal fue creado en el siglo XIX para traer agua potable a París a través del río Ourcq, el cual termina desembocando en el ya más conocido Sena. A mí lo que me trajo fue la sensación de felicidad máxima un 7 de abril de 2018.


La publicación de hoy va de sentimientos, emociones y momentos vividos. Lo siento por aquellos a quienes les gusta saber lo que hay detrás de los sitios, pero hoy hay que celebrar un cumpleaños de una persona muy especial.


No sé cómo fui a parar a allá pero recuerdo un sentimiento de plenitud absoluto. Hacía ya bastantes días que no paraba de llover y que el cielo estaba super gris. Y yo no sé si fue que el tiempo nos influye mucho o qué, pero de repente me vi en un ambiente super relajado lleno de luz y con nubes blancas y gris oscuro.

Se había parado todo el ajetreo de las grandes avenidas y había desaparecido el bullicio de los barrios más conocidos. Todo estaba en pausa y lo que había delante de mí eran parisinos disfrutando de una tranquila tarde de primavera. Y yo, intrusa, entre ellos.

Ya no había que aparentar prisas como en el metro para no entorpecer el flujo de viajeros, ni había que subir el volumen de los cascos para escuchar la música por encima del ruido de los coches y de las sirenas. Allí todo el mundo estaba relajado disfrutando de un momento de calma.

Como se suele decir, donde fueres haz lo que vieres. Así que me dediqué a recorrer el canal buscando «mi lugar» y terminé echada a la orilla del agua junto a otros desconocidos.

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Pies colgando y sonrisa en la cara, aquello me recargó las pilas. Lo quiera o no, había sido una parisina bobo (bohemia) por un par de horas. Pues el Canal de Saint Martin se caracteriza por acoger a los jóvenes parisinos o artistas bohemios y allí estaba yo enmascarada.

Aquella sensación de flotar en la felicidad gracias a la energía de un lugar quería compartirla sí o sí con una de las personas más importantes de mi vida. Así que, esta vez ya acompañada, nos dejamos caer una segunda vez por el Canal Saint Martin.

Si la primera vez fui feliz, la segunda más todavía si cabe.

No había ni terminado el mes de abril y para allá que te llevé. No podíamos acabar el año en París sin haber puesto alguno de los candados del amor en alguno de sus rincones. Y el rincón que se me antojó a mí marcar en la Ciudad de la Luz fue un puente de este canal.

Me encanta la zona de la gran curva, donde se encuentran las tres coloridas tiendecitas de Antoine & Lili. Así que fuimos al puente más cercano a esa curva para fijar nuestro amor en su barandilla. O más bien para descojonarnos con rituales inventados para poner un oxidado candado de dudoso verde en una más oxidada reja verde.

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Tiendas Antoine & Lili
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Tiendas de Antoine & Lili

 


[Espero que estés leyendo la palabra «curva» con la entonación adecuada]


La última vez que fuimos fue en julio de ese mismo 2018. Tuviste la paciencia de acompañarme a todos los sitios de los que me quería despedir. Porque sí, porque uno también se despide de los lugares. Y muchas veces con más emoción que de algunas personas.

Volvimos allí a decir un último adiós que deseo que se convierta en un «à bientôt». Porque tengo muchas ganas de volver a combinar un lugar genial con una de las personas más bellas del planeta.

Para otro día datos de interés sobre el Canal de Saint Martin. Para hoy, celebrar el cumpleaños de Mimichu.

Gracias por estar siempre a mi lado y por no dejar que andemos siendo uno el apoyo del otro, sino que permites que cada uno seamos tal y como somos, sin máscaras, transparentes. Gracias porque nos complementamos. Aunque algunas veces sea más difícil que otras y tengamos que tener complejo de bastón por un tiempo.

25 imprescindibles en París

Hoy me apetecía hacer una entrada especial en el blog. Es mi cumpleaños y, por ello, quiero autorregalarme una entrada con 25 cosas que me hacen feliz cuando voy a París.

El tiempo vuela y en nada ya tendré que volver a mi Tierrina, pero además de volver con un año más, también voy a volver con todo un bagaje de experiencias vividas en tierra gala que ya muchos quisieran.

He intentado vivir cada momento de este año en el extranjero con la mejor de las sonrisas.

También creo haber sacado el mejor provecho de cada momento de bajona (que gracias a dios han sido muy pocos)

Y todos los días estoy intentando empaparme al máximo de todas las historias posibles relacionadas con los lugares que visito en mis escapadas a París, que es de lo que más me gusta de mi estancia en Francia.

Antes de venir a la Galia hice una lista con las cosas que me gustaría hacer o visitar y, afortunadamente, ya he ido cumpliendo muchas de ellas.

Por todo ello quiero escribir esta entrada, porque estoy siendo feliz realizando mi sueño de vivir y trabajar en Francia y porque quiero compartir con vosotros los lugares y las pequeñas tonterías que me han dado un agradable momento de felicidad.

¡Ahí va mi lista! Espero que os guste, siempre podéis añadir algo más en los comentarios. No dudéis en escribirme.

1- Subir las escaleras de Montmartre y picar algo arriba mientras París hace vida.

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Sacré Coeur

2- Perderme por las calles de París e ir conociendo nuevos lugares fascinantes.

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La Défense

3- Conocer los más viejos de París: el árbol más viejo de París, plantado en 1602 al lado de la iglesia de Saint Julien le Pauvre; y la casa más vieja de París, edificada en 1402 sigue en pie en el 51 de la rue Montmorency.

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4- Ver la tele, una serie o escuchar la radio en francés. La tele la verdad que no la veo nada, en todo este año vi Eurovisión y ya. Muy tristes los comentaristas gabachos… Pero series ya he visto la de Métronome (la cual os recomiendo fehacientemente), L’amour à 200 mètres (lo pasé pipa), Ever after high (sé que es infantil pero lo flipé) y Reign (sobre la reina María de Escocia, enganche total). Todas en francés y subtituladas en francés, para ir haciendo oído. Y respecto a la radio, somos fans de La radio sans pub.

5- Ir al mercado. Los viernes toca el de Arpajon y los domingos el marché de Bastille en París, en el boulevard Richard Lenoir. Hay mucha comida típica, fresca y muchos puestos de recuerdos y souvenirs a muy buen precio. Además el ambiente es muy animado.

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Mercado de Arpajon en Navidad

6- Hacer trasbordo en el metro parisino una y otra vez como si nada. Ahora que ya lo veo con un poco más de perspectiva, si hago esto es, o porque la línea esta fatal comunicada con mi destino, o porque me he perdido… Afortunadamente, en todo el año que llevo aquí sólo me he perdido una vez y me confundí otra. Dos en total. Al final resulta muy fácil y cómodo lo del metro.

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7- Tener largas conversaciones con franceses. Al principio acababa con la cabeza como un bombo si escuchaba a los demás hablar más de la cuenta en francés, pero ahora ya estoy acostumbrada y la verdad que no hay problema. Bueno, siempre que el tema a tratar no sea una chapa.

8- Comprar un libro en una librería francesa tipo Gibert Jeune, Shakespeare & Company, una tienda de segunda mano o uno de los puestos que hay a la orilla del Sena (les bouquinistes).

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9- Salir por la noche parisina.

10- Ir a uno y otro museo todo lo que se pueda y más, hasta que se acaben.

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11- Comprar una baguette (decepción total) y comer un croissant (todavía no he dado con uno que esté malo!!!)

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12- Recorrer el Grand Axe (me metí en una tarde La Défense, L’Arc du Triomphe, Concorde y Saint Michel), en ello entran les Champs Elysées.

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13- Subir a la gran noria de París (La Grande Roue).

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14- Morrear en el Muro de los Te quiero, y en lo alto de la Tour Eiffel, y en el Sacré Coeur…

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Mur des Je t’aime

15- Subir a la Torre Eiffel, al Arco del Triunfo, a las Torres de Notre Dame y de Montmartre y ver las grandes panorámicas de París.

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Vistas desde la Tour Eiffel

16- Leer libros en francés. Obviamente ya cumplí con El principito de Saint Exupéry y con Nuestra Señora de París de Victor Hugo, de la cual leí un buen pedazo en Notre Dame (¡¡como tiene que ser!!).

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17- Relajarme a los pies de Notre Dame y ver la cantidad de turistas que no paran de un lado para otro.

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18- Descubrir un lugar mágico, como el Canal de Saint Martin, y ver otra de las muchas caras de París, no la de los turistas, sino otra más tranquila.

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19- Poner un candado del amor en uno de los puentes del Sena, si hay que ser turista se es de verdad de la buena.

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20- Montar en uno de los barcos que recorren el Sena a lo guiri total y ver lo más famoso de París desde una perspectiva diferente.

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21- Saludar desde la orilla a los barcos con turistas (y recibir el saludo, claro).

22- Espatarrarme en cualquier jardín de París y disfrutar del ambiente (Jardins de Luxembourg, Jardin des Tuileries, Champs de Mars, Parc de Buttes Chaumont, Parc Monceau, Parc de Sceaux, Domaine de Chamarande y un largo etcétera).

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23- Asistir a un concierto improvisado en las calles de París (o de mi gato-compi-de-piso).

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24- Comer un crepe, una quiche, una fondue, un coulant, una blanquette, un croissant, una galette, macarrons o lo que sea típico francés.

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25- Compartir toda esta experiencia con un ser querido.

26. Y finalmente añado una 26 porque son los años que cumplo: SER FELIZ VIVIENDO EL PRESENTE.

Espero que os haya gustado. Ya sé que hay mil cosas más por hacer, así que ahora es el turno de que vosotros las compartáis. Os espero en los comentarios.

 

La calle más estrecha de París (o casi)

París, a pesar de ser una gran ciudad, también tiene sus callejones y sus calles pequeñitas. Un buen ejemplo de ello es la rue du Chat qui Pêche o calle del Gato que pesca. Se la conoce como la calle más estrecha de París debido a su ancho de 1,80m, pero esto no es del todo cierto porque hay otro lugar más estrecho en París: los 90cm del sentier des Merisiers.

Este nombre tan curioso para esta pequeña calle se debe al logo de un antiguo comercio situado en ella y del cual ya no queda nada más que el nombre de la calle.

Está justo al lado de todo el bullicio del barrio de Saint Michel, al lado de Notre Dame. Así que como turista en París no puedes dejar de acercarte a ella, puesto que vas a pasar sí o sí a su ladito.

Y eso fue lo que hice cuando me vino a visitar mi tía. Ir a medirnos con la calle. Tiíta, sé que te hace mucha ilusión salir por el blog, así que en este día tan especial para ti, el día de tu cumpleaños, te dedico una entrada de la vida por París.

Que tengas un día estupendo y que yo te haga recordar un buen momento juntas por las calles de París.

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