Almendra me quiso recordar al tópico existente acerca de la violencia en las representaciones artísticas asiáticas literarias o cinematográficas. Exceso de violencia, de sangre y explicitud de hechos que se podían velar un poco.
Obviando el cliché de la violencia morbosa, a mí me rompió todos los esquemas.
Estuve todo el rato inmersa en la historia y no logro entender cómo una narración a través de un protagonista incapaz de decodificar sentimientos y emociones pudiera provocar tanto en mi interior.
La alexitimia condiciona la vida de la familia de Yunjae. La incapacidad de sentir de este adolescente hace que los demás se vuelquen a su alrededor y quieran mostrarle su mejor yo. Los esfuerzos por comprenderlo y por que él comprenda a los demás no solo proceden de sus familiares, habrá otras personas que se cruzarán en su camino y que lo marcarán. Lo curioso es que, si él sintiera miedo o rechazo, no se acercaría a más de uno de ellos. Pero como no es el caso, la historia se desarrolla de forma que uno, como lector, es capaz de llegar a comprender a una persona que padezca alexitimia. Porque, aunque no haya sentimientos ni emociones registrables, la historia de Almendra se basa por completo en la empatía.

Vivimos tiempos en los que, parece, que la alexitimia expande sus tentáculos. Tiempos de ecpatía severa ¿no? Un saludo.
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Estoy totalmente de acuerdo contigo.
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Bastó que leyera esta reseña para animarme a descargar y leer el libro. Me recordó, además, uno de los cuentos de Ted Chiang incluidos en «La historia de tu vida». Quid pro quo. Gracias.
Te saludo.
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Me apunto La historia de tu vida. A ver si yo también encuentro similitudes. Gracias!
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